Cronicas de Faerun
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

Trasfondo de Nazara

Ir abajo

Trasfondo de Nazara Empty Trasfondo de Nazara

Mensaje por Ewalinne Sáb Sep 26, 2015 7:57 pm

“Necesitaré tu ayuda, quédate conmigo, te necesito a mi lado” fue la frase que Él articuló mientras esbozaba una sonrisa hacia mí, palabras que cambiarían por completo nuestras vidas.
Nací en la gran capital de Al-Ándalus, allá por el año 1215, aunque sea difícil de recordar después de tanto tiempo. Era la mayor de tres hermanas, de las que me ocupaba día y noche debido al gran esfuerzo que hacían nuestros progenitores para poder mantenernos con las más sencillas comodidades. Éramos una familia feliz y pacífica, aunque eso no pareció importarle a aquellos indeseables.
De lo que vi aquella noche, no debería ser protagonista nadie, y aún menos una niña a las puertas de la adolescencia, como lo era yo: un grupo de maleantes irrumpieron en casa, arrasando con todo lo que se les pusiera en medio. Sin mediar palabra, uno de ellos introdujo su espada en la garganta de mi padre, muriendo prácticamente al instante. Esto despertó el pánico en el resto de la familia: mi madre intentó defendernos con todas sus fuerzas, pero lo único que consiguió fue ser violada y golpeada por varios de ellos delante nuestra para después dejarla a las puertas de la muerte. Mis hermanas tampoco se salvaron de aquellos seres que se hacían llamar personas.
Después de asegurarse de que nadie les iba a molestar, destrozaron todo, se llevaron lo poco que poseíamos y siguieron su camino, como si de una piedra se tratase. El panorama era espantoso: la sangre impregnaba en su totalidad el suelo de la casa, los cuerpos de mi padre y mis hermanas yacían allí, sin vida, inertes.
Aunque no mortalmente, también fui herida, así que, como pude, me arrastré hasta mi madre para comprobar su estado. La muerte estaba dibujada en su rostro, se veía fácilmente cómo su vida iba marchándose lentamente al igual que el rojo río de su vientre. Acarició mis mejillas y con un fino hilo de voz, se despidió. Yo, entre lágrimas, rogaba que no me abandonara y me dejara sola, desgraciadamente, lo hizo.
No podía quedarme llorando cuatro cadáveres mientras me desangraba. Me sequé las lágrimas y aguantando el dolor que mi cuerpo soportaba por la herida de mi costado conseguí ponerme en pie y salir en busca de ayuda.
Allí me encontraba rodeada de población, aunque en medio de la nada en mi interior, herida, buscando quien pudiera socorrerme con tan sólo quince años. Casi al punto de desmayarme por la gran pérdida de sangre, conseguí llegar a la casa del físico. A duras penas, llamé a la puerta, y, aunque no se demoraron mucho en abrirme, la espera se me hizo eterna, pues el dolor parecía ganar la batalla a mi resistencia.
Quien me recibió fue un hombre de apariencia joven, de semblante serio, pero que reaccionó inmediatamente al ver la sangre. Mi memoria no alcanza a más, pues al sentirme acogida fue cuando mi cuerpo descansó, dejando al físico hacer su trabajo de reestablecerlo.
Desperté unas horas después, con el abdomen vendado y dolorida, sobre una cama situada en una habitación bastante modesta. Los haces de luz entraban por la ventana de la pared situada a la derecha de la cama. Intenté incorporarme para mirar a través de ella, pero al hacerlo la puerta se abrió, descubriendo detrás al hombre al que le debía mi vida.
Estuvimos conversando durante largo rato, recordándome qué había pasado, intrigado a la vez por cómo había acabado así. Aunque sin poder evitar que mis ojos se inundaran de lágrimas a la vez que narraba lo sucedido, lo hice con pelos y señales: con algo de esperanza, llegaría a las autoridades y harían algo, o eso quería pensar.
Pasé varias semanas sin poder levantarme ni un solo palmo de la cama debido a mis heridas, que sanaban lentamente. El joven físico se encargó de mí como si de una hija para él se tratase: al igual que, como era su deber, me curaba las heridas, me cambiaba los vendajes empapados en sangre, además de alimentarme y darme de beber cuando lo requería. Con el paso de las semanas, las heridas evolucionaban a mejor, y poco a poco podía volver a la normalidad. Esperaba ansiosa el día en que pudiera salir de aquella casa a la que, aunque acogedora y perfecta, le estaba cogiendo algo de manía.
Cogí mis cosas, las cuales Él rescató de mi casa, y otras que compró para mí, como ropa nueva o regalos. Cuando salía por la puerta de mi habitación, estaba esperándome en mitad del pasillo con el mismo semblante serio con el que le conocí.
“No te vayas, quédate conmigo”, dijo. Esas palabras se metieron de lleno en mi cabeza, e hicieron que me emocionara. ¿Cómo demonios puede decir eso un galeno sin conocerme de nada? Como la curiosidad mató al gato, pregunté acerca de esas palabras, y la respuesta fue más sorprendente aún: simplemente no quería separarse de mí, que tanta compañía le había hecho, y necesitaba una ayudante para la clínica.
No tenía otro sitio a donde ir, a no ser que la idea de vivir en la calle me resultara más atractiva que vivir en una casa-clínica, con Él cuidándome y cubriéndome de cada lujo que quisiera. Decidí quedarme allí, a pesar de mis ardientes deseos por irme, y comencé a ayudarle en las tareas domésticas, como limpiar, hacer la comida, lavar la ropa en el río… Más tarde, Él me pidió que le ayudara con los casos médicos, ya que por aquellos días aumentaba el número de enfermos con síntomas como fiebre alta, delirios… Los cuales se asemejaban a los síntomas de un simple enfriamiento. He de decir que durante aquellos días mis conocimientos médicos adquirían, en cierta manera, forma.
Las semanas siguientes, la casa estaba infestada de enfermos y la consulta saturada de casos semejantes entre ellos. Aún ni siquiera sabíamos si dicha enfermedad era contagiosa o no, por lo que tomábamos todas las medidas posibles aunque no era mortal, hasta que llegó la primera víctima. No le dimos importancia a la bajada paulatina del pulso de los pacientes, hasta que a uno de ellos, el más crítico, se le paró totalmente el corazón. No podía ser que alguien muriera de enfriamiento, por lo que la preocupación surgió.
Él trabajaba sin parar y yo ayudaba en todo lo posible, mientras, los pacientes no cesaban. Curaba y atendía por el día, investigaba en la noche, bajo la luz de una vela. Su esmero llegaba a ser enfermizo, no parecía cansado jamás, aunque no negaré que parecía encantarle la situación y que éste adoptara una pose interesante para mí. Yo lo admiraba, lo contemplaba desde el marco de la puerta de su despacho, sin darme cuenta acababa embelesada mirándolo cada noche que pasaba, permanecía allí, quieta en el silencio. Como para no embelesarse; ese aire tan misterioso, esa sonrisa que su rostro sacaba a relucir cada vez que me hablaba, esos ojos grandes y oscuros, y su rizado cabello azabache, que caía por sus hombros de una manera tan natural como fuera posible: me hacía suspirar cada vez que mis ojos chocaban con él. Sin quererlo terminaba por remover los largos tirabuzones de mi melena pelirroja y esbozar una sonrisa. Mi corazón se aceleraba si nuestras pieles se rozaban inocentemente, sin siquiera saber por qué. No sabía cómo había llegado a ese estado, debería tratarse de algún tipo de brujería.




La noche siguiente de haber tenido las tres primeras muertes, mi sueño fue interrumpido en mi alcoba por mi admirado. Nervioso, como jamás le había visto, recorría la casa de un lado a otro, preguntándose dónde podían estar. No entendía nada y pregunté. “-No están; se han ido-“. ¿Cómo? ¿Qué se había ido? “-Los muertos, no están, se han esfumado-“. En ese momento, mi cuerpo fue recorrido por un fuerte escalofrío. ¿Cómo iba a irse un muerto? Nadie había tenido acceso al mortuorio, era imposible que alguien hubiese entrado y haberse llevado todos los cadáveres y salir sin que ninguno de nosotros dos nos diésemos cuenta.
Desde entonces su rostro se tornó serio, preocupado e irritado por la situación. Dejó de aceptar más casos y estudiaba a los pacientes que nos quedaban vivos, terminando por morir de la misma manera que los anteriores, que, tras unas horas, volvían a desaparecer. Mi confusión aumentaba más y más, a la vez que, aparentemente, la del físico disminuía desde antes de la muerte del último paciente, debido al cese de sus estudios.
Llegada al punto de la histeria, no pude retener todas mis dudas y las dejé en conocimiento de Él. Me pidió que me sentara y no dudase de su palabra, y que, sobre todo, no lo comentara con nadie (lo cual era absurdo porque no tenía mayor interacción con nadie del exterior): “-Nazara, los acontecimientos son más graves de lo que parecen. No son simples enfriamientos, pues terminan en la muerte. Examinando el último cuerpo encontré dos pequeños agujeros en el cuello, infectados y profundos. Antes de morir la última víctima, me aseguró que sus síntomas partieron desde el momento que un grupo de “personas” le asaltaron. Creía que era cosa de los delirios por la fiebre pero parece que no-“. Si mi tez era pálida por naturaleza, en ese momento tuvo que tornarse en blanco nieve, pues no podía creer lo que estaba oyendo. “-No me vas a creer, pero es posible que esos agujeros los tuvieran todos los enfermos anteriores con los mismos síntomas. Cuentan las leyendas para niños de la existencia de seres no vivos, habitantes de la noche, que se alimentan de la sangre de gente viva, a las que eligen si dejar vivas para convertirlas más tarde, o matarlas en el acto. Es muy posible que estos cuentos para asustar viejas no sean del todo inciertas, pues todos los síntomas manifestados en esta pobre gente coinciden con los de las leyendas.-“
Obviamente, pensé que la falta de sueño le había afectado, pero en su rostro no se podía ver ni un ápice de broma, parecía que lo decía totalmente en serio y estaba dispuesto a demostrármelo como quisiera. Mi cara de asombro no podía marcharse, y mucho menos podía decir algo con sentido, por lo que él siguió explicándome a cerca de esa “leyenda” que decía haberse hecho realidad ante sus ojos. Pude sacar en conclusión el hecho de que los cadáveres desaparecieran después de muertos.
Tras contarme toda la leyenda permanecía atónita. ¿En serio todos aquellos cuentos eran realidad? Aquella noche, mi sueño no pudo ser recuperado, sólo daba vueltas al tema en mi cabeza, a la vez que mi cuerpo las daba en mi lecho. Presente estaba además en mi cabeza la manera en la que mi corazón latía cada vez que Él se acercaba a mí. Era una sensación tan… indescriptible, sentía que me moría y resucitaba a la vez, que todo mi cuerpo daba vueltas en su interior, pero, ¿cómo? Sólo habían pasado semanas desde que lo conocía. No me importaba, me gustaba esa sensación. ¿Sería así la manera en que las personas se enamoran? Me sentía estúpida en la cama, mirando hacia el techo, con una sonrisa incrédula, imaginando cómo sería todo si pasara algo entre nosotros.
A la mañana siguiente no recordaba el momento en el que me dormí, supongo que mi mente se cansó de sus estupideces. Me levanté y tras vestirme salí de mis aposentos. Toda la casa estaba iluminada por luz natural, algo fuera de lo normal, al igual que la consulta estuviera cerrada. Me acerqué al estudio para ver si mi amado… si mi admirado estaba despierto. Allí estaba, con las cortinas cerradas e iluminado por una vela, preparando unas bolsas metiéndoles todos sus atuendos en ellas. Inmediatamente y, de forma inconsciente, me coloqué bien el pelo mientras le dedicaba mi más maravillosa sonrisa y pregunté por qué recogía todo.
-¡Cierra esa maldita puerta! –me gritó mientras dejaba caer las cosas desde sus manos al suelo.
Asustada por su grito, borré automáticamente la sonrisa de mis labios y cerré la puerta tras de mí. Estaba confusa, jamás me había gritado de esa manera y mis ojos no pudieron evitar anegarse de lágrimas. Al verme, Él se acercó a mí con rostro de lástima, retiróse uno de sus guantes y dirigió su mano hacia mis mejillas para acariciarlas. “-Lo siento, no debí hablarte así. Estoy recogiendo todo, y tú también deberías hacerlo. Nos vamos”.
¿Nos vamos? ¿A dónde? Yo no quería irme de allí, mi ciudad natal, donde nací y crecí con toda mi difunta familia, era un nido de recuerdos para mí. No iba a moverme de allí. Manifesté mi desacuerdo con él al mismo tiempo que seguía acariciando mi mejilla y alguno de mis mechones rojizos. Cuando dijo que no iba a quedarme, que iría con él, no sentí más enfado en mi vida, lo aparté levemente, no era nadie para decirme qué hacer, acordamos que podría irme cuando quisiera. Gesto en vano, me sujetó firmemente de la cintura y me atrajo a su cuerpo. Mi corazón se aceleraba más y más, y el suyo no llegaba a sentirlo por muy cerca que estuviéramos. Acercó sus labios a los míos y formuló las palabras que mágicamente me convencieron a la misma vez que miraba mis ojos: “-Necesitaré tu ayuda, quédate conmigo, te necesito a mi lado.”. Perdida en su mirada y embelesada, caí en el encanto de su dulce tono y acepté, al fin y al cabo sólo quería estar a su lado, me sentía extrañamente atraída por él. Acarició suavemente mi labio inferior con su dedo índice; -Bendito sea mi Dios si se acerca más a mí –pensé-. Pero para mi desgracia se retiró y siguió con sus quehaceres. “-Haz tu maleta rápido, saldremos esta noche.-“. Y sin más dilación, me dispuse a recoger todas mis cosas.
Con la llegada del atardecer, cogimos nuestro equipaje y salimos camino a nuestro siguiente destino, aún en mi desconocimiento, aunque no me importaba, sólo quería estar a su lado. Le observaba mientras caminábamos, cada vez más enfermizamente. Él sólo me sonreía y era amable conmigo. Me encantaba, podría llevarme al mismísimo infierno porque no me importaría si era a su vera.
Camino de la subida del monte, en un claro de árboles, oímos pasos alrededor nuestra. Por mucho que intentaba vislumbrar alguna figura, sólo veía borrones negros corriendo a nuestro alrededor y cuando menos lo esperábamos, nos vimos rodeados por un grupo de extraños.
-¿Hacia dónde vas, altísimo? –preguntó uno de ellos- ¿Qué es lo que te ha hecho salir de tu zona?
-Eso es algo que no os incumbe. Apartaos y dejadme seguir –respondió Él, con voz autoritaria y tranquila.
-¿Quién es la chica? ¿Tu próximo aprendiz? La tenías muy escondida –dijo uno de los desconocidos mientras me sonreía.
Estaba confusa, ¿qué estaba pasando? ¿Por qué le llamaban así? ¿Acaso se conocían? Agarré con fuerza el estoque que llevaba colgado bajo mi capa, por si era necesario. Parece ser que ese gesto no les gustó mucho a nuestros nuevos invitados, por lo que desenvainaron sus armas y se colocaron en posición hostil hacia nosotros. Él les ordenó bajar las armas, asegurando que si intentaban algo lo iban a lamentar, lo cual no sirvió para amedrentarlos. Uno de ellos se me acercó por la espalda e hizo un arañazo en mi pómulo con sus propias uñas. A mi queja, Él reaccionó dirigiendo su mirada hacia mí, fijándola directamente en la pequeña gota de sangre que manaba de la herida. “-Atractiva, ¿verdad? ¿Hace cuánto deseas probarla?” –dijo uno a mi querido físico. Podía ver su nerviosismo desde millas de lejanía. Mi preocupación comenzó a crecer al ver la situación, llevé mi mano a la herida para comprobar cuánta sangre fluía y, mientras la observaba en mi mano, pude notar cómo se acercaban a mí el resto de viajeros y mi rostro reflejó el horror que estaba sintiendo al ver a aquellos mostrándome sus colmillos exageradamente afilados, con sus ojos totalmente negros. En mi cabeza resonaba la frase que Él me dijo hace dos días: “… seres no vivos, habitantes de la noche, que se alimentan de la sangre de gente viva…”. Cuando dirigí mi mirada hacia mi amado pude verlo de la misma manera que el resto de seres que se acercaban lentamente hacia mí. No podía ser… ¿eran todos iguales? ¿Él también? Ahora podía explicarme muchas cosas: el inexistente cansancio, la casa a oscuras, los cambios de humor, no haber sentido su corazón… Se interpuso entre los amenazantes y yo, defendiéndome de cualquier cosa que pudieran hacerme. Desenfundó su arma y comenzó a gritarles. “-Estáis sedientos, pero no permitiré que os acerquéis a ella. Es mía.-“.
El vacío se apoderó de mi interior, aquello no me podía estar pasando. ¿Sólo se trataba de una posesión suya? Mi tristeza se desvanecía a la vez que me inundaba la ira. Tal era que me hería con mis propias uñas las palmas de las manos debido a la fuerza con la que mis puños estaban siendo apretados. Dejé de escuchar la conversación entre todos aquellos seres no vivos y me encerré en mi propio ser, que, impulsivamente y justo cuando la batalla entre ellos iba a comenzar, me lancé sobre el físico gritándole llena de ira y furia. El inicio del combate se detuvo después de mis actos. Él me miraba perplejo, inmóvil. Miré hacia abajo. Su cimitarra había atravesado mi vientre. Mi sangre comenzó a caer al suelo y los demás seres se acercaron más y más, atraídos por el olor de ésta. Sentí más dolor aún cuando el Altísimo retiró su arma de mi interior y ahuyentó al resto. Caí al suelo de rodillas agarrándome el vientre, atónita, mientras mis lágrimas rodaban por mi rostro.
Él vino a mí, me acomodó sobre el césped, murmurando de forma nerviosa. “-No quería, no ha sido mi intención. Me… me has tomado por sorpresa y yo… ataqué. Jamás pensé que esto pasaría.”-
Mis ojos estaban puestos en el cielo, aunque mirando a la nada, sentía como mi vida se desvanecía. Ante mí pasaba toda mi historia mientras de fondo oía la voz del que fue por unas cuantas semanas, mi más preciado tesoro.
Sin mediar más palabra, mostró sus colmillos y se acercó a mi cuello. Durante un rato pude sentir escalofríos y fuerte dolor, que estaban siendo mermados por Él, que aún velaba por mí.
Mis ojos se cerraban lentamente. Estaba claro, ahí acababa todo, al fin podría reunirme de nuevo con mi familia. Le miré por última vez y sentí un gran desgarro, como si mi propia alma estuvieran recogiendo.
Pude verme a mí misma, tirada en el suelo del claro, siendo sujetada por mi Sire, rodeados de un gran charco de sangre procedente de mí. Mi corazón se había parado pero allí seguía yo como si aún estuviese viva, y, de hecho, lo estaba.

Ewalinne

Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 26/09/2015

Volver arriba Ir abajo

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.